Descripción
Huellas
Sucedió un miércoles cuando empezó a disminuir. Recordaba muy bien que corría el 3 de septiembre, el 3.09. Aquella mañana estaba en el supermercado ubicado a la vuelta de la esquina. De oferta había pechuga de pollo deshuesada – su plato favorito -, rebajada a 3.09 el kilo. En ese entonces tenía un total rechazo por la carne, le traía a la memoria un ominoso período de su vida que sin sentido ni rumbo. Asqueada, se dio media vuelta y siguió deambulando con el carro por entre los altos pasillos observando las estanterías que ofrecían detergentes en diversas dimensiones, colores y precios. Luego se acercó a las secciones en donde se ofrece el picoteo y después llegó a las de verduras y frutas. De pronto, se detuvo frente a los estantes de los dulces y confites. Su mirada se clavó en los chocolates que tenían las más diversas formas: de corazón, de mariquita, de cerditos, …chocolates envueltos en papel celofán o papel aluminio. Bombones rellenos, finísimos o con trozos de almendras. A la altura de los ojos había barritas de chocolate con nugat y nueces. Miró su carro aún vacío, pero en ese instante percibió un leve estremecimiento, porque su estómago dio un brinco. Sintió como si hubiera descendido bruscamente un peldaño de una escalera.
Al mirar nuevamente hacia arriba tenía las pastillas de chocolate frente a sus ojos y las barras se habían trasladado un espacio más arriba.
Una cosa era clara, ella había ido desapareciendo, pero hacia dónde, no lo podía decir. No es que se hubiese caído de sus tacones, puesto que andaba sin ellos. Lo cierto es que ahí seguía calzada con sus hawaianas, parada entre las estanterías atestadas de dulces. Los bronceados dedos de sus pies miraban en dirección al estante, se podría decir que casi como una suerte de irónico símil de las barras de chocolates.
Olvidó rápidamente el hecho, pero una semana más tarde lo recordó todo de nuevo, cuando al sentarse en el sillón de su oficina tuvo que mantener forzadamente los brazos en alto para alcanzar el teclado de su PC. El teléfono lo podía coger sólo estando de pie.
Aparte de ella misma, al parecer nadie se había percatado del cambio. Curiosamente, las demás personas aún se dirigían a ella mirándole a los ojos, a pesar de que a la mayoría de los adultos ella los alcanzaba a ver sólo hasta la cintura.
Lo extraño era que estaba en un proceso de descenso, de hundirse en el suelo, de desaparecer en dirección hacia la nada.
Se sentía especialmente bien entre los niños, pues éstos podían mirarle directo a los ojos y no tenían necesidad de hacerlo hacia una altura en la cual ella desde hacía algún tiempo ya no estaba. Claramente, era posible entablar una conversación seria o entretenida con los más jóvenes de la sociedad. Es decir, una charla cuyo sentido ella aún podía comprender. Sin embargo, aquello tampoco duró demasiado.
Desde hace algunos días sus ojos apenas sobresalen de la superficie del suelo. Lo que está más arriba, ya no lo puede reconocer. Es una cuestión de tiempo: de días, horas, e incluso tal vez de minutos y entonces ocurrirá…….ella desaparecerá, será tragada por la tierra.
Las otras personas seguirán dirigiéndole la palabra, mirándola a los ojos, convencidos de estar a la misma altura que ella, pero ella ya no estará presente, habrá desaparecido y no habrá dejado – al menos en este mundo – ni una sola huella.